Tras pasar unos días por el increíble Triangulo Cultural de Sri Lanka, nuestra siguiente parada fue Kandy, ciudad ubicada en el centro del país, que sirve como entrada a las Tierras Altas y declarada Patrimonio de la Humanidad en 1988. Pero por lo que es realmente conocida y venerada es por albergar el famoso Templo del Diente de Buda, convirtiéndose así en uno de los lugares más sagrados y centro del peregrinaje budista de Sri Lanka.
Llegamos a la ciudad de Kandy ya bien entrada la noche con la vanet que habíamos alquilado en Sigiriya. Nuestro hotel fue el Charlton Kandy Rest (31, King Street) que habíamos reservado la noche anterior. Está en el centro de la ciudad, el precio por la habitación doble con aire acondicionado fue de 2500 rps, son cuartos básicos pero el Hotel cuenta con un patio interior muy agradable y wifi. Sin perder tiempo salimos en busca de algún sitio abierto para cenar y pronto dimos con The Pub (36, Dalada Veediya) que nos pareció el más animado de la zona, tiene una gran terraza en el primer piso donde tomar una buena cerveza Lyon´s.
QUÉ VER EN KANDY, LA ENTRADA A LAS TIERRAS ALTAS DE SRI LANKA
Nos levantamos sobre las 7 de la mañana y lo primero que hicimos fue probar una de las famosas pastelerías o “Bakers” que abundan en la ciudad como recuerdo de su pasado colonial ingles, The Baker House fue nuestra elección, con ricos pasteles recién hechos cafés y zumos. Enseguida comprobamos que Kandy es una ciudad muy distinta a las otras que habíamos visitado en Sri Lanka, en la que se aprecia ese ritmo caótico de las urbes asiáticas, con tuk-tuks invadiendo la calzada y vendedores por todos los rincones.
Pronto llegamos al lago de Kandy, un lago artificial de 3 km por el que es muy agradable pasear recorriendo sus orillas, viendo el reflejo de los monumentos que lo rodean en el agua.
El templo del Diente de Buda (Dalada Maligawa)
En la zona norte encontramos el famoso Templo del Diente de Buda donde según cuenta la leyenda, al morir Buda su cuerpo fue incinerado y de esa pira funeraria se rescato un diente. La reliquia viajo por la India, pasando por las manos de diversos reyes, hasta llegar a Sri Lanka. Pero aquí no acaba su periplo ya que cuando los colonos portugueses llegaron a la isla intentaron destruirlo pero un monje lo salvo entregando una copia a los portugueses. Por si esto fuera poco, en 1998, una bomba hecha estallar por el ejercito tamil dejo destrozada gran parte de la zona pero el templo principal quedo intacto, lo que no hizo sino incrementar su leyenda.
Para acceder al recinto hay que pasar por unos importantes controles de seguridad así como vestir con pantalón largo y llevar los hombros cubiertos. Esta abierto de 5.30 a 20h y el coste de la entrada es de 1000 rupias.
Cruzamos una larga explanada que lleva a la entrada del templo principal de origen colonial, tras dejar los zapatos, subimos unas escaleras hasta llegar a la sala principal el Vahahitina Maligawa, de planta rectangular y muros blancos dentro del cual se encuentra la venerada reliquia, que no puede verse, ya que esta dentro de varias urnas de oro. Nada mas entrar comenzamos a sentir ese aura mágica y mística que rodea el templo.
Cientos de personas se agolpan para ponerse en la cola que te lleva a colocarte frente a la urna durante unos segundos y decidimos mezclarnos con ellos dejándonos absorber por sus canticos y rezos, por el olor a incienso e incluso participamos de sus ofrendas.
Después de otro de esos “momentazos” con los que nos está sorprendiendo este país, continuamos la visita a otra capilla anexa, de tres plantas y algo más moderna, Alut Maligawa con una colección de budas de bronce. Otro de los puntos imprescindibles de la visita es el Salón de Audiencias o Magul Maduwa en el que destacan las tallas de las columnas de madera.
Saliendo del recinto nos encontramos con otros pequeños santuarios y dagobas de apariencia mucho más antigua conocidos como los cuatro devales dedicados a dioses hinduistas.
Dejando de la lado el cementerio de la guardia británica, nos dedicamos a perdemos por las calles de la ciudad, en ella encontramos edificios típicamente coloniales entre los que destacan el Queen´s hotel, donde se alojo la mismísima reina de Inglaterra, hasta llegar a la zona del mercado, repleto de callejuelas llenas de tiendas de todo tipo, ruidosos vendedores e incluso pasamos a un bar, lo más parecido a la típica tasca española a tomar unas cervezas donde no sé quienes estaban más sorprendidos si los lugareños o nosotros.
La última visita que nos marcamos en la ciudad antes de poner rumbo a las Tierras Altas era la subida a la colina del Buda, cogimos un tuk tuk por unas 400 rupias cada uno, para que nos llevara a contemplar una de las vistas más bonitas de la ciudad. Teníamos que despedirnos de Kandy dejando en el tintero la visita a los jardines botánicos de Peradeniya, a 6km de la ciudad, pero habíamos quedado en el hotel con los que serían nuestros nuevos conductores los siguientes dos días, Amil y Kamul y que nos llevarían primero al Pico de Adam y después a Nuwara Eliya.
Por el camino, nos ofrecieron hacer una de las actividades con las que más nos divertimos, rafting en el rio Kelani. Tomamos un desvío de unos kilómetros de la carretera principal y aparcamos en una pequeña caseta donde por apenas 8 euros por persona nos dieron todo lo necesario para hacer el rafting. Durante una hora aproximadamente descendimos por el río disfrutando de unas vistas increíbles. Como curiosidad, este es el lugar donde se grabaron partes de la película “El puente sobre el rio Kwai”.
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