Fue en el año 2010 cuando visitamos los campos de concentración y exterminio de Auschwitz y Birkenau situados en Polonia y, hasta hoy (año 2020), no hemos encontrado la forma de afrontar un Post para hablar de ellos. Al igual que nos ocurriera en lugares como el Museo de la Guerra de Vietnam en Ciudad Ho Chi Min o el Memorial y Museo del 11S en Nueva York, al poner un pie en Auschwitz un escalofrió te recorre el cuerpo y no se va durante tiempo, ser testigo de hasta dónde puede llegar el horror creado por la especie humana es difícil de entender, digerir y olvidar.
El nombre de Auschwitz es sinónimo de terror, una palabra vinculada a la muerte, un lugar donde el ser humano ya no es humano y pasa a ser un número tatuado o un demonio asesino. Centenares de miles de personas, bebes, niños, mujeres, ancianos, hombres… fueron asesinados, exterminados, en baños gigantes donde había carteles que les recordaban que no olvidasen donde habían dejado su ropa… hasta en esa falsa tranquilidad fue terrorífico. Durante años cenizas humanas llovieron en los campos cercanos a Auschwitz y Birkenau abriendo unas heridas en la conciencia colectiva que aún, a día de hoy, siguen sangrando y que jamás deberían cerrarse. Visitar cualquier campo de concentración no es fácil o al menos no debería serlo, pero visitar Auschwitz y Birkenau es horrible e injusto pero también se nos antoja imprescindible para entender no solo lo acontecido allí o en la II Guerra Mundial, es imprescindible para entender nuestra propia historia como sociedad.
Cómo llegar a Auschwitz y Birkenau desde Cracovia
Los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau se encuentran en la localidad de Oswiecim, a 70 kilómetros de Cracovia, lugar que suele servir como base para realizar la visita. A Varsovia, capital de Polonia, hay unos 330 km.
Si contamos con un vehículo de alquiler, el trayecto desde Cracovia no llevara más de una hora por unas carreteras en buen estado aunque bastante concurridas. Si decidimos usar el transporte público, se puede llegar en autobús regular, que parte desde la estación MDA de Cracovia hasta Oswiecim y bajarse en la parada de Oswiecim Muzeum. La frecuencia de los autobuses suele ser de 20-30 min y existen varias líneas que hacen el recorrido. Para más información lo ideal es consultar esta web. Otra opción para la visita es contratar un tour organizado con guía en castellano desde Cracovia.
Auschwitz y Birkenau, visita a los campos de concentración y exterminio
Auschwitz, conocido como “la fabrica de muerte” fue construido en 1940 con el fin de llevar a los prisioneros polacos que, sacados de los guetos de las ciudades, no cabían en las cárceles. Políticos, intelectuales, homosexuales, gitanos y judíos eran trasladados, a menudo con engaños, hasta allí. Tras un largo viaje, se valoraba si eran aptos para el trabajo y, si no, eran directamente asesinados. Los válidos que podían trabajar, lo hacían hasta la extenuación en unas pésimas condiciones, hacinados en insalubres barracones, torturados hasta la muerte en el infame bloque 11 que posteriormente seria protagonista de la llamada “solución final”. Solo un año después de levantarse el campo, en 1941, 30.000 personas vivían entre sus muros.
Los barracones se han mantenido con el mismo aspecto exterior y, su interior, ha sido transformado en “museos del horror”, en los que se exponen las pertenencias de los prisioneros, habitaciones llenas de maletas, zapatos, prótesis dentales, e incluso pelo humano… estancias que con sus dimensiones nos hacen entender y nos acercan al drama allí vivido.
En las paredes de los pasillos se han colocado fotografías de los presos, con información sobre el día que entraron en Auschwitz y la fecha de su muerte. También es posible visitar el bloque 11, los crematorios, las conocidas como celdas de castigo y las cámaras de gas, donde los presos iban engañados a una ducha de desinfección, siendo en realidad rociados con el gas Zyklon B.
En 1941, a tres kilómetros de Auschwitz, se levantó Birkenau, también conocido como Auschwitz II. En principio esta segunda parte respondía a las necesidades de espacio del campo ya que solo en un año se triplico la cantidad de presos que podían vivir dentro.
Posteriormente, en 1942, con la “solución final” al “problema judío” en marcha, Birkenau se transforma en una máquina de matar. No era un campo de concentración, sino un campo de exterminio, un lugar donde aniquilar a los prisioneros de la forma más rápida y efectiva. Ese mismo año llegan a Auschwitz unos doscientos mil judíos, familias enteras, más de 4000 niños… los más débiles, ancianos, niños, inválidos y enfermos, son enviados a las cámaras de gas directamente, nada más bajar del vagón del tren. Solo los fuertes que superan la selección de los médicos de las SS vivirán el horror de trabajar hasta la muerte.
Auschwitz y Birkenau llegan a su letal perfección en 1944, cuatrocientos mil judíos húngaros son asesinados en unas semanas. Hasta su cierre, en el campo morirán más de un millón de judíos y cien mil presos políticos, homosexuales, gitanos…
Cuesta escribir estas líneas sin que vuelvan las sensaciones que se tienen al recorrer aquellos angostos pasillos, sin que la tristeza te invada por el fracaso que Auschwitz supone para el ser humano. Y es que, por mucho que uno haya leído sobre lo sucedido, visto decenas de películas o documentales, nada es igual a lo que se siente al cruzar la famosa puerta donde reza la frase “Arbeit macht frei”, “el trabajo libera”.
Varios años después del fin de la II Guerra Mundial, se decidió que Auschwitz se convirtiera en el Museo que hoy en día es, con el fin de servir de homenaje a los fallecidos y también como reflejo del horror y de lo que nunca más debe suceder. Auschwitz fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979, al considerarlo uno de los mayores símbolos del holocausto nazi.
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